Madre metodista unida de niño transgénero comparte su historia

Puntos clave:

• Ningún padre querría que su hijo/a enfrentara el tipo de adversidad que enfrentan los/as niños/as transgénero, escribió Heather Gee-Thomas.
• Al llegar a la pubertad, el hijo de la escritora soportó acoso y abuso verbal a diario.
• La disforia de género es una condición clínica, y su hijo está vivo hoy gracias a la atención médica que recibió.
• Los/as metodistas unidos/as se han unido de muchas maneras en torno a la familia.

 

Heather Thomas.
Foto cortesía de la autora.

Con el permiso de mi hijo, me gustaría compartir nuestra historia. Soy tennesseana de toda la vida, graduada de la Universidad de Tennessee, profesional de negocios, esposa, madre y cristiana, asisto a la Iglesia Metodista Unida Glendale en Nashville. Mi esposo es del este superior de Tennessee, se crió como conservador bautista del sur y es un veterano jubilado hace 22 años.

Tenemos un hijo transgénero y por el deseo de saber todo lo que pudiera acerca de cómo ayudarlo, he realizado una extensa investigación durante los últimos seis años. Estoy en varios grupos de apoyo y sé que esta condición médica no discrimina pues no conoce de nivel de ingresos, raza, educación, afiliación política o religión.

Mi hijo fue asignado mujer al nacer y a la edad de 2 años, comenzó a emular a su padre. Cuando tenía la edad suficiente para elegir la ropa, siempre elegía de la sección de niños. Sus amigos eran chicos y él quería saber por qué no podía salir sin camisa o usar el baño al aire libre. Nunca le gustó ir a la playa porque tenía que usar un traje de baño de niña y siempre prefirió los camiones y los superhéroes. Jugó deportes en equipos de niños y cuando estaba en público, todos/as pensaban que era un niño.

En ese momento no sabíamos nada sobre la disforia de género, que es la angustia que surge de la incongruencia entre el género asignado a una persona y su identidad de género. Él era nuestro marimacho, un niño feliz y equilibrado con muchos amigos durante sus años de primaria.

En su pubertad llegó a la escuela secundaria que era muy diferente porque de repente, los chicos no estaban interesados en tener chicas como amigas y estaba claro que él tampoco encajaba con las chicas.

Fue acosado incesantemente, abusado física y sexualmente, y verbalmente todos los días. Se sentía miserable y suplicaba quedarse en casa y en algunas ocasiones estando en la línea para dejarlo en la secundaria, simplemente seguí conduciendo.

En sexto grado comenzó a ver a un terapeuta y en la escuela secundaria tuvo largos episodios de autolesión así como ideas e intentos suicidas. Todas las mañanas yo oraba para que cuando abriera la puerta de su dormitorio, él estuviera vivo.

Estando en la escuela secundaria se cambió a una escuela más pequeña pero aún luchaba con ataques de pánico, depresión y un rendimiento académico muy bajo. Al final de su tercer año, me dijo que era transgénero.

NINGÚN padre, repito, NINGÚN padre desearía este tipo de adversidad para sus hijos/as. Mi hijo había estado viviendo un infierno en la Tierra durante los últimos cinco años de su vida.

Mi esposo y yo estábamos en páginas completamente diferentes: mi hijo y mi esposo estaban en desacuerdo la mayor parte del tiempo y no fue hasta su último año en la secundaria que él y su papá necesitaron llevar su auto al taller para repararlo, y mientras estaban allí mi esposo llamó a nuestra hija “ella”. El mecánico inmediatamente levantó la vista desconcertado y este fue un momento a-ha, ya que mi esposo se dio cuenta de que el resto del mundo veía a nuestro hijo como un niño.

Una noche, su papá y yo estábamos hablando y él simplemente no pudo evitar cambiar los pronombres. Le expresé que para nosotros un pronombre no era más que una palabra, pero para nuestro hijo lo era todo. Desde entonces, nuestro hijo y su padre han sido fuertes y unidos.

Aunque el grado de comprensión del papá puede no ser del 100%, vio la diferencia en nuestro hijo una vez que hizo la transición. Probablemente fue la afirmación más importante y hermosa que mi hijo pudo haber recibido y por respeto, le dio a su papá el honor de darle un nuevo nombre. Mi esposo lo nombró en honor a su mejor amigo de la escuela secundaria, quien también tenía la misma inicial que el nombre de nuestro hijo al nacer.

En cuanto al tratamiento nuestra experiencia ha sido que la terapia fue útil para el procesamiento, pero ninguna cantidad de terapia de conversación lo convencería de entrar o salir de esta condición médica. Nuestro equipo de atención tuvo un proceso cauteloso, conservador y arduo de siete meses con nuestro equipo de médicos: atención primaria, endocrinólogo, terapeuta, psiquiatra, padres y el niño. Se requirieron análisis de sangre y un mínimo de un año de terapia, además de que nuestro hijo pudiera comprender los riesgos.

La terapia hormonal literalmente le salvó la vida pues hizo lo que los antidepresivos y la terapia no pudieron. Además, la única otra vez que mi hijo tuvo ideas suicidas fue cuando tuvo que dejar sus hormonas para un procedimiento médico. ¿Hay riesgos? Sí, todo procedimiento médico y medicamento tiene riesgos. Pero si se enfrentara al riesgo nominal de tratamiento frente a mantener con vida a su hijo/a ¿cuál elegiría?

Los/as legisladores/as de nuestro estado natal de Tennessee aprobaron recientemente varias leyes contra las personas transgénero, pero la más inquietante es la Ley de Atención Médica para Menores Transgénero, pues este proyecto de ley quita las decisiones sobre el cuidado de la salud a los equipos médicos y los padres y las pone en manos del gobierno. A pesar de la ciencia, el análisis estadístico y la reducción de ideas suicidas en el 60% de las personas que hacen la transición médica, nuestros/as legisladores/as han declarado ilegal tratar a los/as menores con bloqueadores hormonales y/o terapia hormonal completamente reversibles, incluso requiriendo que quienes ya están recibiendo tratamiento hagan una detransición. Afortunadamente para nosotros nuestro hijo es un adulto, pero como seguidores de Cristo no queremos que nadie pase por lo que han pasado nuestro hijo y nuestra familia.

Quitarle a los padres la capacidad de tomar decisiones médicas para sus hijos/as junto a su equipo de atención, es incomprensible. De todos los padres que conozco, nadie tiene un/a hijo/a que se haya arrepentido de su trato y todos han visto una mejora significativa en la vida del/la niño/a. Nuestra experiencia se alinea con los datos de satisfacción del 98% para la transición y que ese mismo 98% continúa el tratamiento de por vida. Además, puedo atestiguar personalmente que las ideas suicidas disminuyeron significativamente con el tratamiento médico.

Mi niño valiente está vivo hoy por el trato que recibió que si lo hubiéramos hecho antes, nos habríamos evitado el miedo que teníamos todos los días de si sobreviviría. Estos medicamentos son literalmente un milagro para muchas familias pues estos/as niños/as son almas hermosas, como cualquier otro/a niño/a,  que merecen tener las mismas vidas que sus compañeros/as cisgénero.

Mi fe nos enseña que como padres debemos cuidar a nuestros/as hijos/as y su bienestar, además de tratarlos/as como Dios nos trata a nosotros/as, Sus hijos/as, con amor, cuidado y compasión. Creo que esto es lo que ha hecho mi familia y lo que haría Jesús.

Contar nuestra historia es servir al propósito de dar testimonio de lo que enfrenta la comunidad transgénero. Hay muchas familias que se han visto obligadas a mudarse fuera del estado o a refugiarse en sus propios hogares para cuidar adecuadamente a su hijo/a. Algunos/as no podrán darse ese lujo y no tendrán atención médica para la disforia de género de sus hijos/as.

Las tasas de suicidio de menores transgénero son ocho veces mayores que las de sus pares cisgénero, según The Trevor Project. Estas tasas solo aumentarán con estas leyes devastadoras.

El trabajo de defensa que hago ahora no sería posible sin el apoyo de la familia de mi iglesia en la Iglesia Metodista Unida Glendale. Se han unido a mí y a la comunidad trans para asesorar sobre terminología médica, han participado en bancos de teléfonos, fiestas de correos electrónicos y postales, por nombrar algunos. Me tienen en sus oraciones regularmente y además, organizamos una clase educativa y podemos responder muchas preguntas para que todos/as podamos hablar de manera más inteligente sobre el tema.

La gente se sentó a mi lado en el capitolio estatal durante mi testimonio en el Senado y se unió a mí para visitar a nuestros/as legisladores/as. ¡Estamos juntos/as en esto! La inclusión significa mucho más que ser un espacio seguro en la Iglesia Metodista Unida Glendale pues también significa que luchamos activamente contra la opresión, la intolerancia y el odio.

Necesitamos proteger a los/as hijos/as de Dios. Por favor, únase de la manera que pueda para hacer frente a la desinformación, ya que estos/as niños/as nacieron de esta manera. Que amemos y cuidemos a los/as “otros/as” en nuestro mundo. Juntos/as podemos ser las manos, los pies y los brazos amorosos de Jesús.

* Gee-Thomas es una metodista unida que reside en Nashville, Tennessee. Contacto con los medios de comunicación: Tim Tanton o Joey Butler. Puede llamarlos al (615) 742-5470 o escribirles a newsdesk@umcom.org. Para leer más noticias metodistas unidas, ideas e inspiración para el ministerio suscríbase gratis al UMCOMtigo.

** Leonor Yanez es traductora independiente. Puede escribirle a IMU Hispana-Latina @umcom.org

Para el Rev. Amick, el mundo no vive una crisis de migración; antes bien, vive una crisis de hospitalidad. Ante esta crisis, las iglesias pueden hacer una diferencia en ampliar la comprensión del tema, y contribuir a transformar corazones y relaciones. Para el Rev. Amick, la iglesia debe comprometerse con recursos para fortalecer a las iglesias locales y cambiar políticas, informar, sumar a otros al trabajo. Cristian Schlick cerró con una reflexión desde nuestra fe en Jesús: “Recordemos a quién seguimos. Seguimos a un refugiado”.