Claves:
• En 2011 Kim viajó a Kabul, Afganistán, para asistir al funeral de su cuñado tras un atentado.
• Muchos/as misioneros/as con quienes habló cuestionaron su misión en un país donde sentían que no estaban marcando una diferencia.
• Le recordó las actitudes similares de los misioneros en Corea hace décadas, que nunca esperaron que la capacidad del país prosperara como lo ha hecho.
Rev. Thomas Kim. Foto: Kathleen Barry, Noticias MU.
En abril el presidente Joe Biden anunció la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán antes del 11 de septiembre. Después de que comenzara la retirada a gran escala de las fuerzas estadounidenses en julio y menos de dos meses después, el gobierno afgano anunció un traspaso pacífico del poder a los talibanes el 15 de agosto, mucho antes de lo que todos esperaban. Las noticias informan que miles de personas están desesperadas por escapar de Afganistán.
Mientras miraba las noticias, recordé el día que tuve que ir a Afganistán en 2011. El 6 de diciembre de ese año hubo un bombardeo en Kabul, la capital de Afganistán, que mató a 59 personas e hirió a más de 200. En ese momento, no sabía que había ocurrido tal incidente o que la capital de Afganistán era Kabul. Incluso si lo hubiera sabido, lo habría considerado simplemente un incidente que ocurrió en un país lejano al otro lado del mundo, donde la guerra y el terror siempre han sido constantes. Luego me enteré de que uno de los miembros de mi familia era una de esas víctimas.
Mi cuñada que estaba sirviendo en su iglesia con su esposo y sus dos hijas pequeñas en Michigan, realizó un viaje misionero a corto plazo a Afganistán. Poco después de regresar, vendió su clínica médica, su esposo renunció a su trabajo y se llevaron a sus hijas a Afganistán para comenzar el trabajo misionero brindando servicios médicos y enseñando inglés y computación. Me preocupaba que ella fuera con niñas pequeñas a compartir el Evangelio en ese difícil lugar. Al final, no alenté y solo objeté el viaje.
Apenas 40 días después de llegar al país mi cuñado murió en un atentado con bomba, incluso antes de comenzar su ministerio. No pude quedarme en casa en Chicago después de escuchar la trágica noticia, así que fui a Kabul para asistir a su funeral y durante mi estadía, mientras charlaba con los/as misioneros/as allí descubrí algo sorprendente.
Aproximadamente 3.000 coreanos/as solían visitar Afganistán cada año como equipos misioneros a corto plazo. De hecho, un equipo misionero de la Iglesia Saemmool fue capturado en 2007 y dos de ellos fueron ejecutados por los talibanes. Pero los/as afganos/as agradecieron a estos/as coreanos/as que construyeron escuelas y casas, cavaron manantiales, hicieron prótesis de piernas para quienes perdieron extremidades a causa de las minas, trataron a los/as enfermos/as, todo sin pedir nada a cambio. Los/as afganos/as sintieron pena y vergüenza de que su gente matara a gente amable.
Sin embargo, los/as misioneros/as no siempre están satisfechos/as con su misión; todos/as los/as misioneros/as que conocí en Kabul eran miembros laicos/as, y comenzaron a compartir las dificultades, frustraciones y dolores que experimentaron, y parecían querer ser consolados por el único clero allí. Nos quedamos despiertos/as toda la noche hablando de varios temas, algunos demasiado difíciles para compartir aquí.
Los problemas más desalentadores y agotadores para los/as misioneros/as fueron el sentir que "la gente no es honesta, no es buena para cumplir sus promesas, es perezosa y desvergonzada". Cuando tuvieron ese tipo de experiencia repetidamente, se preguntaron por qué estaban allí, cuestionaron su llamado y se preguntaron si era hora de empacar y regresar a casa.
Después de escuchar tal historia mi corazón se entristeció por mi regreso a Chicago, dejando a mi cuñada que había perdido a su esposo, y sobrinas que perdieron a su padre allí. Mientras pensaba esto en el avión, recordé los informes de un misionero estadounidense que había leído durante mi seminario.Fue más o menos algo como esto:
“Los/as coreanos/as son perezosos/as, buenos/as para mentir, adictos/as a la bebida y al juego, y los eruditos o los ricos tienen concubinas. Los/as coreanos/as son dóciles y educados/as, pero tienen todas las malas costumbres posibles, excepto que no consumen opio".
Artículos de Opinión
Así era Corea hace unos 150 años. La península de Corea se dividió en Norte y Sur tan pronto como se liberó del dominio imperialista japonés en 1945 y luego sufrió la Guerra de Corea, que destruyó todo lo que quedaba durante tres años, desde 1950 hasta 1953. Así que todos los recursos humanos e intelectuales se agotaron. Los/as coreanos/as saben que el columnista del periódico británico Norman Taylor escribió sobre la situación en Corea durante ese período, "esperar que la democracia florezca en Corea es como esperar que una rosa florezca en un cubo de basura".
El 2 de julio de 2021, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo elevó el estatus de Corea de una economía en desarrollo a una desarrollada. Ese tipo de movimiento fue el primero de la agencia desde que comenzó en 1964. Corea, que había sido devastada en su totalidad, ocupó el puesto 85 entre 100 países en términos de exportaciones en 1950, pero saltó al 26 en 1980. En 2020, exportó $526,9 mil millones, ocupando el sexto lugar en el mundo. Este desarrollo no tiene precedentes en la historia.
Si tiene algún interés en Corea es posible que sepa que el progreso milagroso se ve no solo en la economía, sino también en la política y los temas sociales, incluidos los derechos humanos, la cultura y la religión. En los últimos 30 años, Corea ha dado la bienvenida a 33.000 desertores/as de Corea del Norte, que los/as estadounidenses creen que es uno de los países más peligrosos y terroristas del mundo.
Hay muchas razones para el notable crecimiento de Corea, y creo firmemente que al menos algo de crédito pertenece a los/as misioneros/as que difundieron el Evangelio de Jesús y sembraron el espíritu cristiano en las mentes coreanas, y que lanzan pan sobre las aguas, la Península Coreana, a pesar de que en ocasiones se sintieron decepcionados/as durante 150 años.
Suscríbase a nuestro nuevo boletín electrónico en español y portugués UMCOMtigo
Eclesiastés 11: 1 dice: "Lanza tu pan sobre el agua; después de algún tiempo volverás a encontrarlo". Obviamente, “lanzar el pan sobre las aguas” es un acto desesperado, inútil y sin sentido económico. Pero Dios nos dice que lancemos pan sobre las aguas.
Para estar claros, el hecho de que Afganistán tenga una historia similar a la de Corea, que ha sufrido numerosas penurias y colonialismo, no significa que Afganistán será como Corea. Quizás Afganistán sea hoy un país sin expectativas ni esperanzas, y desear un cambio puede ser como "esperar que una rosa florezca en un cubo de basura".
Pero las personas que me preocupan y me importan no son los talibanes con armas que cometen actos extremos, ciegos y aterradores en nombre de la religión, sino los/as afganos/as inocentes.
Creo que es hora de que las iglesias coreanas y los/as coreanos/as que se han beneficiado del Evangelio piensen en lo que pueden hacer por los/as refugiados/as afganos/as. Al mismo tiempo, les pregunto a los/as cristianos/as apasionados/as por el Evangelio: ¿No es hora de que nuestra iglesia piense y ayude a los/as refugiados/as que han arriesgado sus vidas para escapar del país?
¿Quién puede decir que Afganistán no prosperará y crecerá como la Corea de hoy? Oro y espero que algún día los/as afganos/as sean testigos de que han vivido lanzando pan a las aguas. ¡Porque Dios vive, todavía soy optimista!
* Kim es director de noticias de Corea y Asia en Comunicaciones Metodistas Unidas. Lo puede llamar al (615) 742-5470 o escribirle a newsdesk@umcom.org. Para leer más noticias metodistas unidas, ideas e inspiración para el ministerio suscríbase gratis al UMCOMtigo. ** Leonor Yanez es traductora independiente. Puede escribirle a IMU Hispana-Latina @umcom.org