¡El Dios Resucitado en Nosotros/as!

Revda. Lydia Muñoz. Foto cortesía de la Iglesia Metodista Unida Swarthmore.

Salir de la Tumba no siempre es fácil.

A menudo estamos mucho más centrados en el triunfo de la resurrección que en el proceso de resurrección. Siempre me ha intrigado el encuentro de Jesús y María Magdalena en Juan 20. María Magdalena busca el cuerpo de Jesús porque nota que no está donde lo habían colocado después de su muerte. Se topa con lo que le parece el jardinero o el jardinero, pero en realidad es Jesús. Qué hermosa manera de recordarnos que incluso en la resurrección, Jesús todavía adopta la forma humilde y sencilla de un simple jardinero o paisajista, muy parecido a los que a menudo ignoramos a nuestro alrededor hoy.

Entre lágrimas y desesperación, María Magdalena le pregunta: "Señor, si lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré". En ese momento, María escucha la voz familiar y tranquilizadora de Jesús llamándola por su nombre. Ella reconoce a Aquel que ha dicho su nombre innumerables veces, incluso cuando otros no lo harían.

Ahora, aquí viene la parte que siempre me ha dejado perplejo. Cuando ella, asombrada, se vuelve para abrazar a su "Rabbuni", Jesús dice: "No me toquéis, porque todavía no he subido al Padre. Pero id a mis hermanos y decidles: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre". Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." Entonces, ¡¿espera ?! ¿Ha resucitado o no? ¿Está en proceso de resurrección? ¿Hay dos ascensiones? ¡¿Qué pasa, Jesús?!

Ahora, el Papa Gregorio Magno del siglo VI quería hacernos creer a todos que fue la supuesta vida anterior de María y su menor sexo la que la hizo no digna de tocar a este nuevo Jesús glorificado. Sin embargo, el hecho de que los evangelios coloquen a las mujeres al principio, al final y en el corazón de la historia de la resurrección de Jesús fue prueba suficiente para la iglesia primitiva, que declaró a María Magdalena Apóstol de los Apóstoles porque es la primera enviada a llevar el mensaje de la resurrección. Nada en ella era indigno de este encuentro. Algo más está pasando aquí.

María no puede aferrarse a Jesús, a diferencia de Tomás en los otros evangelios. María descubre que la única manera de tener una relación con el Cristo resucitado es tener esa relación mediada por el Espíritu. Quizás sea porque, como muchos de nosotros, cuando ocurre una tragedia o algo es difícil, siempre queremos que las cosas sean como antes, de inmediato. Después de COVID, ¿cuántos de nosotros queríamos desesperadamente que las cosas volvieran a la "normalidad"? ¿Cuántas reuniones del consejo de la iglesia ha tenido en las que alguien inevitablemente mencionará cómo eran las cosas o su deseo de recuperar los años dorados de la congregación? Si somos honestos, ¿cuántos de nosotros esperamos que después de esta conferencia general las cosas se calmen y podamos comenzar de nuevo? Mientras vivo en esta vida, he llegado a pensar que la resurrección no se trata de eso.

Quizás la resurrección se trata de permitir que el Espíritu nos ayude a dejar ir aquello a lo que creemos que debemos aferrarnos. Quizás la resurrección se trata de descubrir una nueva manera que requiere que soltemos los puños cerrados y los brazos extendidos, alcanzando algo que necesita permanecer en la Tumba porque está muerto. Si nuestras manos están llenas de cosas muertas, ¿cómo podemos abrazar la vida y el mensaje del Cristo resucitado que tenemos ante nosotros? María vino a llenar sus manos con el cadáver de Jesús. Ella acudió a colocarle ungüento para preservar su frío cadáver en un acto de amor y devoción. María nunca pudo imaginar que a partir de ahora tendría que aprender a encontrar a Jesús de otra manera. María tuvo que convertirse en parte del milagro y del poder mismo de la resurrección. Si María, la madre de Jesús, es llamada 'theo-tokos' o portadora de Dios, creo que en este día María de Magdala se convirtió en 'theo-anatasis ' , la que se une al Espíritu como Dios resucitado.

Sin embargo, como pronto descubrió María, su mensaje no fue tan fácilmente aceptado por los discípulos como ella hubiera esperado. Corrieron para comprobarlo por sí mismos, mientras otros se encerraban en una habitación temiendo lo que pudiera pasar. A veces, salir de la Tumba lleva tiempo. Seamos realistas: a veces la Tumba es más segura que vivir en lo que nos exige la resurrección. La resurrección requiere que vivamos la oración de Jesús: "Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". Requiere que salgamos de la Tumba del miedo, la escasez, el pensamiento de lo que se podría, lo que se debería y lo que se debe tener para afirmar que nosotros también, como María Magdalena, somos enviados para ser levantadores de Dios. en un mundo que se siente demasiado cómodo con la muerte. La resurrección requiere que estemos dispuestos a dejar atrás las cosas a las que nos hemos aferrado y que ahora están muertas y aprender a abrazar las cosas que ahora mismo no tienen forma; No sabemos cómo son y no podemos controlarlos.

Yo, por mi parte, estoy buscando algunos levantadores de Dios para reunirme en Charlotte, Carolina del Norte, a finales de este mes. Las personas que han oído la voz de Jesús los llaman por su nombre. Busco a aquellos que han comprendido que salir de la Tumba es más fácil para algunos pero no para la mayoría de nosotros y que con gracia y humildad nos atienden como un gentil jardinero. Busco a aquellos que han asumido el desafío de dejarse guiar por el Espíritu de Resurrección que viene a nosotros incluso cuando aprendemos a dar nuestros primeros pasos tambaleantes fuera de la Tumba con nuestras piernas que aún no han resucitado. a la luz del día.

¡RESUCITADORES/AS UNÍOS!